“Los vales de comida, un asunto de picrocolina francés”
Aal lado del cheque de calcetín, el cheque de baguette. Los ciudadanos y políticos franceses se enfrentan a una nueva batalla: cheques, bonificaciones y billetes de todo tipo. El martes 7 de noviembre, el Ministerio de Transición Ecológica lanzó el bono de reparación textil para subvencionar la repavimentación de prendas de vestir. Haro sobre el estado niñera que se entromete en la calidad de nuestra ropa interior. El martes 14 de noviembre fue el vale de comida el que fue noticia.
Alarmas por el final programado, a las 1oh Desde enero de 2024, los diputados han dado un paso al frente, en nombre de defender el poder adquisitivo golpeado por la inflación, del uso de vales de comida para pagar las compras de frutas, verduras o pastas en los supermercados.
El Estado, que había autorizado provisionalmente esta exención en 2022, es repentinamente acusado de querer matar de hambre a la población (según la Agrupación Nacional), o incluso de comprometer su salud (según La France insoumise), obligándola a ingerir comidas preparadas. que todavía se pueden pagar en “vales restaurante”. Interrogado en la Asamblea Nacional, el ministro de Economía, Bruno Le Maire, intentó apagar el incendio asegurando que la medida se extendería hasta 2024.
Aumento de impuestos
Sin embargo, este asunto de la picrocolina plantea dos temas interesantes. El primero es el de la relevancia de estas herramientas para monitorear el gasto francés. ¿Por qué molestarse en intentar decirles qué deberían comprar? Añade a su sueldo los 5 euros diarios del billete y harán con su dinero lo que quieran. Recuerde que este cheque lo paga una parte (40% a 50%) por el empleado y, por la otra parte, la empresa. Una suma exenta de cargas fiscales y sociales, de ahí su carácter de subvención.
Esta práctica de los vales de comida no es exclusiva de Francia. Incluso es un invento británico de 1947. Vales de comida, destinados a compensar la ausencia de comedores en el número de empresas, fueron copiados en Francia por el industrial Jacques Borel en 1962. Obtuvo un impulso fiscal del Estado. No se trata de un bono regalo, ni siquiera de un bono de comida, sino de una asistencia alimentaria en horario laboral, obedeciendo las mismas normas que el comedor, pero beneficiosa para los restauradores locales. Su extensión plantea un problema, no su existencia.
La otra cuestión que plantea este asunto es la del efecto trinquete que consiste en la imposibilidad de eliminar un gasto excepcional una vez establecido, ya se trate de una laguna fiscal o de una ayuda puntual. De los calcetines a los bastones, así se disuelven los mejores deseos en el caldero de la política.